Uruguay ha demostrado que no es resultado de la casualidad.
Haber terminado cuartos en la última Copa del Mundo y tener en sus filas a tantos jugadores que pasean su talento en las ligas más importantes del viejo continentes me formaron el pre-concepto de que me iba a enfrentar con futbolistas que se ponen el casete de las respuestas automáticas. Y a un técnico, que debería estar ya cansado de repetir una y otra vez la mismas respuestas desde hace 12 meses.
Me acerque al grupo de periodistas que esperaban que la bruma de la fría mañana se dispersara y que el guardia nos abriera paso para poder acceder al predio.
Desde ese momento descubrí que esta selección era muy diferente a todas las que tuve la suerte de cubrir en muchos años. Quienes estaban aquella gélida mañana esperando por entrar disfrutaban de eternas rondas de mate –bebida típica de aquellos lugares- como disfrutando en comunión esa espera. Y una vez autorizados a entrar nadie apuro el paso para llegar primero a cubrir la práctica. No había histeria. No había competencia descarnada. Todos sabían que tendrían su tiempo para platicar de manera relajada con los jugadores que por estos días llenan de orgullo a un pueblo eminentemente futbolero.
A pesar de no haber hecho mi pedido de entrevistas exclusivas con tiempo al jefe de prensa, y gracias al buen trato de todos, tuve acceso a una extensa plática con Luis Suarez-figura del Liverpool que cada fin de semana brilla en nuestras pantallas-, entrevisté al “Loco” Sebastián Abreu con quien recorrimos su paso por el futbol mexicano, y tuve más de 10 minutos la atención del Maestro Tabárez en medio de una conferencia de prensa donde todos disfrutaban de otra larga ronda de mate que había aparecido como por arte de magia desde algún rincón.
Más allá estaba Diego Forlán bromeando con todo el mundo porque por esos días su rostro acaparaba todas las fotos de las revistas del corazón de Uruguay y Argentina porque había decidido dejar vestida y alborotada a una modelo por la que todos diéramos la vida por casarnos con ella.
Y vi como el utilero del equipo se encargaba de que todos se enteraran del gesto que el jugador del Atlético de Madrid había tenido con todos los que compartió la gesta de Sudáfrica 2010. Una réplica del premio al mejor jugador, “porque sin la ayuda de ustedes no lo hubiera conseguido”-les dijo el día de la entrega. Un ejemplo.
Esa noche cuando hicimos el informe para Futbol Sin Códigos y Crónica Fox dije que Uruguay era un serio candidato a quedarse con la Copa América por encima de Argentina y Brasil. “¿Estás seguro?”, me preguntaron desde el estudio. “Seguro no, totalmente convencido”, contesté.
Uruguay es UN EQUIPO. La suma perfecta de una dirección brillante más el esfuerzo y la humildad de quienes tienen que ejecutar una idea. Todo esto combinado con una dosis de diversión-al fin y al cabo esto es un juego-comandado por un Sebastián Abreu que sabe que su rol en este equipo es el de mantener el ánimo siempre arriba, y bajar rápidamente de la nube a quien se crea un ser superior.
Y después de terminar la transmisión me tome unos mates con la gente del camión de exteriores en la fría noche de Montevideo. El mismo mate que en la mañana disfrutaron periodistas, jugadores y curiosos. Un símbolo de unión y de amistad. El mismo que llevo a Uruguay a la final.
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